El denominado Cristo de la Espina, proviene de la Iglesia ya desaparecida de San Miguel, situado originalmente en una de las capillas de la iglesia parroquial de El Salvador, más tarde en la Colegiata, Parroquia de Santa María la Mayor y actualmente junto al coro del convento cisterciense de San Benito.
Es una de sus obras más importantes y uno de los crucifijos más hermosos del siglo XVIII, fue realizado en madera policromada de cedro, escultor del rococó, en plena época de madurez personal y artística del escultor, cuando contaba cuarenta y cuatro años. El dato proviene de la inscripción latina que aparece grabada en la parte posterior del extremo del paño de pureza que pende de su cadera izquierda: “Jph. Zazo Fec. Mat. / Anno 1764”, es decir, “José Zazo me hizo en Madrid / Año 1764”. Así lo hizo también Luis Salvador Carmona años antes en la talla del un Crucificado depositado por el Museo del Prado, en el Museo Nacional, Colegio de San Gregorio de Valladolid.
Su figura es de tamaño natural, canon esbelto, elegante en proporciones, correcto en su anatomía y bello en el modelado de sus formas Cristo está expirado y fijado mediante tres clavos a una cruz arbórea, con los brazos tallados en forma de troncos desbastados donde se aprecian finas venas azuladas de gran realidad. En el leño vertical va colocado el rótulo del INRI, a modo de cartela con pliegues apergaminados.
La cabeza está ladeada hacia su derecha e inclinada hacia abajo. La barba es corta, rizada y partida. Su cabellera, partida a raya, cae en mechones ondulados por encima del hombro derecho y por su espalda. Los ojos están entornados y la boca entreabierta, permitiendo la visión de la lengua y la dentadura. Labios de color azulados transmitiendo mesurado rictus de dolor, de La corona está formada por ramas espinosas, una de cuyas púas atraviesa la ceja derecha, recurso efectista habitual en los maestros Gregorio Fernández y Luis Salvador Carmona.
El tórax presenta un modelado suave. De la llaga del costado derecho, dispuesta diagonalmente, cae una abundante lámina de sangre que alcanza la tela del perizoma. El paño de pureza, sujetado con una cuerda anudada, se despliega por la parte central y la cadera derecha, Es una imagen de intenso realismo, cuyas formas anatómicas se ven realzadas por una policromía que acentúa la lividez del cuerpo, con algunos toques cárdenos, las erosiones de los hombros y las rodillas, y diversos regueros e hilillos de sangre originados por los flagelos, También incluye una herida en la cadera izquierda, como hacía Luis Salvador Carmona. En definitiva una obra extraordinaria en belleza, dimensiones y en realismo una de las mejores Tallas de nuestro país.
Extracto del artículo Cristo de la Espina de Aurelio Zazo Zazo.
Técnica
El Cristo de la Espina es una talla barroca del escultor José Zazo y Mayo de 1764, sin duda alguna, es unos de los escultores más importantes del siglo XVIII castellano. La talla es madera de cedro policromado, utilizando la técnica del estofado, la cual proporciona una gran luminosidad. El elemento principal que define a esta escultura castellana es el realismo extremo con una acentuación del naturismo mezclado todo esto con un fuerte expresionismo que se manifiesta en el dramatismo de los gestos de dolor y la crueldad excesiva que se refleja con la abundancia de sangre y ese exagerado realismo. El escultor consigue dar a la escultura una serenidad mística incorporando colores más vivos incluso en el trato de las uñas y en el caudal venoso de brazos y piernas; la sangre, las heridas e incluso las gotas de sudor.
El rostro, la espalda y extremidades centran su acción más expresiva y de mayor dureza, cualquier recurso es bueno para dar a la talla el máximo realismo que lo consigue modelando el cuerpo con formas suaves y poco herculinas, curvando la pierna y pie izquierdo sujetando ambos pies con un único clavo. Aquí el cuerpo se adelgaza y espiritualiza lo que acentúa la elegancia de las proporciones. Este exagerado naturalismo y perfección anatómica tiene como función conmover al pueblo y acercarlo a la fe.
Para los amantes y seguidores de su obra y críticos de las bellas Artes, la talla de este crucificado es la obra maestra de Zazo, el cual se inspiró en ciertos recursos de los maestros: Gregorio Fernández y Luís Salvador Carmona (como la espina que atraviesa la ceja derecha), discípulo D. Manuel Virues, el cual se le llevo a su taller en la corte de Madrid. No cabe duda que este magnifico escultor fue extraordinario para su tiempo debiendo estar considerado con los más grandes escultores medios, ya que gozaba de cierto prestigio en vida y por la gran la cantidad de imágenes que se le encargaron. Por ser un artista que firmaba sus obras se ha podido seguir estudiando toda su obra descubriendo que se extendió por toda la geografía española: Toledo, Madrid, Zamora, Valladolid etc., y además aquellas tallas que no están rubricadas ni catalogadas, pero que se creen que son de él reconociéndolas a través de su estilo y formas.
J.A.G.A.